La Noche de los Finaos, la tradición canaria que resiste frente a Halloween
La celebración de la festividad anglosajona de Halloween ha eclipsado, al menos de un tiempo a esta parte, las tradiciones arraigadas en España a los días de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, celebradas los días 1 y 2 de noviembre de cada año.
En las Islas Canarias, esta influencia llegó especialmente a partir de los años noventa, cuando los colegios y centros comerciales comenzaron a incorporar las calabazas, los disfraces y los concursos de terror, relegando progresivamente las costumbres tradicionales de los Finaos a ámbitos rurales o familiares.
La inexorable globalización y la tendencia y querencia a mostrar el hype en internet ha hecho que Halloween triunfe en las redes sociales. Sin embargo, no debemos olvidar que en Canarias existió -y aún pervive- una celebración de tradición de pagana que coincide con el otoño, el final de las cosechas y la preparación de las familias para el invierno.
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Los Finaos
Aún de origen pagano, la tradición de los Finaos estaba marcada por un profundo sentido religioso. Su nombre procede del término ‘finado’, que significa difunto, y en muchos municipios aún se conserva la expresión ‘la noche de los finaos’ para referirse a la víspera del Día de Todos los Santos. Durante estos días (la festividad se alargaba del 31 de octubre al 2 de noviembre) se enramaban con flores las tumbas de los difuntos, actitud que todavía sigue viva. No hay más que acercarse a un cementerio en estas fechas. También, como hoy hacen los creyentes, se iba a misa a rogar por las almas de los seres queridos desaparecidos.
La creencia de que aparecerían las almas en pena era extendida, aunque eso no significase que la fiesta fuese triste. Como en otras partes del mundo -México, por ejemplo-, recordar a los muertos se convertía en un acto de la celebración de la propia vida, que ayudaba a ahuyentar los temores contando historias de los ‘finaos’, los muertos familiares, haciéndolos presentes al menos esos días. No se desaprovechaba la ocasión de “asustar” a los niños con “historias de brujas” como forma de causar risa en los mayores.

Históricamente, las matriarcas -abuelas y bisabuelas- eran las encargadas de contar las historias protagonizadas por los que ya no estaban. Esto se hacía alrededor de una mesa, casi siempre alumbrada por algún fuego de hoguera, mientras se disponía en la misma una merienda conformada por alimentos de la tierra y de la época como castañas, nueces, higos pasados, manzanas y almendras, además de licores, anís o vinos dulces. Estas reuniones, más que lúgubres, eran alegres y comunitarias; se acompañaban con coplas y romances dedicados a los fallecidos, en los que se mezclaban el humor, la fe y el respeto por los antepasados.
Las mujeres de la casa elegían las mejores flores del patio para decorar las tumbas. Y en muchos municipios de Canarias, los niños corrían fuera de casa con una talega colgada e iban picando por todas las casas del pueblo pidiendo “por los santitos”. -¿Hay santitos?, decían. Y si les respondían que sí, se habría la puerta del otro desde donde se depositaba en la talega almendras o algún otro dulce.
Rancho de Ánimas
El día de Todos los Santos marcaba el inicio del Rancho de Ánimas, que recorría las casas bajo petición, y cantaban y tocaban por los enfermos de las familias y las almas, ya en pena, hasta el Día de La Candelaria (2 de febrero). En estas actuaciones se recaudaba dinero que era entregado la parroquia del pueblo: se destinaba a celebrar misas por los difuntos.
En Lanzarote y Fuerteventura, los Ranchos de Ánimas conservan una especial relevancia patrimonial y algunos, como el de Teseguite o el de La Aldea en Gran Canaria, han sido reconocidos como Bien de Interés Cultural por su valor etnográfico y musical.

La solicitud del Rancho de Ánimas era uno de los actos preparatorios para la muerte porque en la sociedad tradicional canaria el tiempo para la vida era el momento de preparar el camino hacia la muerte. También se encargaba la mortaja, se daba instrucciones precisas para el enterramiento y se pagaba las misas de luz.
En la Canarias de hasta mediados del siglo XX, la muerte era un hecho trascendental que articulaba la vida, con repercusiones sociales, principalmente para las mujeres. La ausencia del hijo o del marido convertía a la mujer en una víctima social, por lo que tenía que cambiar de rol ante la sociedad y su familia. La viuda dejaba su escasa vida social y, en muchos casos desprotegida económicamente, se ponía a trabajar convertida en cabeza de familia y responsable de la unidad doméstica.
En algunas zonas rurales del archipiélago, en la noche de los Fieles Difuntos se celebraba un “Velatorio de Finaos” en el que se velaba a los familiares desaparecidos durante toda la noche, mientras se narraban cuentos y historias, se bebía vino, se comían castañas, se mataba algún cochino y hasta se formaba una parranda con timples y guitarras.
Cada año son más los municipios que intentan recuperar la Noche de los Finaos con actividades públicas, talleres y representaciones, donde la celebración tradicional convive con las nuevas formas de Halloween Las tradiciones son similares en muchas partes del mundo y en Canarias, con una idiosincrasia propia, la Noche de los Finaos lucha por pervivir en un planeta cada vez más global y mercantilizado.
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[…] on 14 octubre, 2024 por MARIA DEL ROCIO ORTA DIAÑEZ Historia y lucha por la pervivencia de la Noche de Los Finaos Esta entrada fue publicada en ETAPA, LOS FINAOS por MARIA DEL ROCIO ORTA DIAÑEZ. Guarda el […]
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Pues no me extraña que se haya perdido la tradición. Vaya tostón!!
Pepe vete tomar por culo, malcriado te volviste Evangelista.