El trabajo conjunto entre Manrique y Pepín Ramírez fue el protagonista de la mesa redonda organizada por la FCM

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Fotografía: FCM

Un trabajo audiovisual de Miguel G. Morales con imágenes de Pepín Ramírez y César Manrique abrió la mesa redonda “José Ramírez Cerdá y César Manrique: mito y realidad”, el día 18 de septiembre, moderada por los periodistas Manuel Riveiro y Soraya Morales, con la participación de Luis Fajardo, Saúl García, Álvaro García González, Antonio González Viéitez y Enrique Pérez Parrilla. El aforo de la sala de La Plazuela estaba completo.

Soraya Morales habló de la memoria compartida de dos nombres y dos hombres “abrazados a la historia de Lanzarote” y a su estética con un proyecto de arte público. Comenzó preguntando por el mito. Para Saúl García, el mito tiene que ver con una explicación simplista que dice que César vino de Nueva York y convenció a Pepín para hacer los Centros “como si las cosas se hicieran en el vacío”. Para García, fueron muchas las dificultades tanto en la sociedad como en la Administración y hubo que “picar piedra” en el Cabildo para sacar adelante los Centros de Arte, Cultura y Turismo. Fue complicado “engrasar la maquinaria” y hay constancia de que existía una colaboración entre Manrique y Ramírez antes de que César se fuera a Nueva York. “La realidad es más compleja y más dura”, aseguró el primero de los ponentes en intervenir.

Manuel Riveiro dio paso a Álvaro García, que trabajó en el área de Hacienda del Cabildo con Pepín. García señaló que el mes de abril de 1919 fue el mes más productivo de la historia de Lanzarote porque nacieron ambos: Ramírez y Manrique. Habló de la eficacia y la honradez de José Ramírez: “Nos hizo creer que no éramos funcionarios sino que trabajábamos por el progreso de la Isla”, afirmó. Y añadió que a esa virtud había que sumarle la visión para rodearse de personas trabajadoras y la creación de “Vías y Obras” (ya que ninguna empresa quería venir a  Lanzarote a  hacer trabajos) que realiza todas las obras públicas y turísticas.

Antonio González Viéitez destacó que las de César y Pepín son vidas entrelazadas. Dijo que la dictadura, en sitios alejados, no era la dictadura férrea de los núcleos urbanos obreros y que Pepín, con visión, comenzó a percibir que con el trabajo bien hecho y propuestas razonables y honestas se le comenzaba a tener respeto. Habló sobre el mito que crearon ambos y que ha permanecido en la Isla: “Lanzarote es fruto de aquello y su huella perdura, eso son los mitos”.

Enrique Pérez Parrilla dijo que Pepín sufrió como presidente por su forma de actuar, por su honradez, “que no se ha dicho” y que lo mismo le pasó a César “y las pasó canutas por las críticas”. Pero, se consiguió “un milagro” gracias a la simbiosis de dos personas, que dan lugar a una tercera cosa “que es más que los dos por separado”. “Un artista y un gran administrador coincidieron en que a esta isla había que darle de comer” para que el pueblo se levantara de aquella pobreza tremenda.

Soraya Morales recordó que, como decía Antonio López Suárez cuando Pepín y César fueron nombrados Hijos predilectos de Lanzarote, deberían ser “Padres predilectos”, no hijos. Manuel Riveiro puso sobre la mesa una conferencia anunciada de Luis Fajardo, en Arrecife, en plena Transición, que fue censurada, pero que Pepín Ramírez sí le recibió y le dio amparo. Fajardo dijo que eso se produjo en el contexto político de una dictadura, pero puntualizó que la gestión del Cabildo no fue autoritaria, aunque sí ejerció la autoridad cuando fue necesario. “Pepín era un hombre de Derecho y tuvo que aplicarlo con dificultad y valentía desde el principio porque encontró una mala situación en el Cabildo”, apuntó. Estaba “dotado de una gran intuición para la selección de sus objetivos” además de inteligencia y una perspicacia extraordinaria en la selección del personal, con criterios “de valor y no de afinidad”. Saneó el Cabildo y eso fue fundamental. Tanto Fajardo como Álvaro García destacaron la importancia que le dio Pepín a la educación y cómo tuvo de referente a su tío Domingo Ramírez, que fue alcalde de Arrecife durante la República y le dio un consejo: “El mejor alcalde es el que hace más escuelas”.

González Viéitez subrayó un modelo territorial turístico insular, pionero, “que dio una marca exterior a Lanzarote” gracias a los méritos artísticos de César pero también a una impecable gestión administrativa en la que el Cabildo estaba por encima de los ayuntamientos en la gestión del territorio. Pérez Parrilla dijo que la “izquierda de salón” critica que Pepín fuera cargo público en tiempos de Franco porque “no se dan cuenta de la situación que tenía el país” porque si uno analiza la trayectoria de Pepín o de César “se da cuenta de que no fueron hombres de derechas, en absoluto” ya que llevaron a cabo actuaciones anticlasistas y defendían la iniciativa pública. Saúl García narró una anécdota sobre cómo Pepín denegó una concesión para una empresa propiedad de un ex delegado del Gobierno para explotar el agua de las galerías de Famara ya que Pepín apostaba porque el beneficio fuera público y quedase en manos del Cabildo.

Álvaro García destacó la eficacia porque el presupuesto del Cabildo pasó de  6 millones de pesetas en 1960, cuando entra a presidirlo Pepín Ramírez, a 282 en 1974, cuando Pepín deja la institución: “Eficacia acreditada”. No cobró nunca por su cargo y no tenía coche oficial y “en el trato corto era muy convincente”. Para González Viéitez, César y Pepín estuvieron en el lugar oportuno y en el momento oportuno y después los habitantes comenzaron a valorar lo que se estaba haciendo. Habló de la llegada del “turbocapitalismo frente a la simpleza de la vida de Lanzarote”, que convirtió todo en mercancía. Habló de dos almas en la Isla: una la de los especuladores y los alcaldes que se colocaron de su lado y pusieron los terrenos a disposición del dinero, frente al Cabildo y la mayoría de los habitantes. “La capacidad de carga y el mercado no saben de felicidad ni de solidaridad, Lanzarote es una isla arrollada”.

En la mesa se acabó hablando del desarrollismo, de cómo ponerle freno y de cómo César fue ecologista “antes de que existiera la ecología”. Manuel Riveiro cerró el acto recordando unas palabras de César en las que manifestaba que ya no se sentía profeta en su tierra porque no se le había hecho caso, “solo al principio”, con Pepín en la presidencia, cuando se seguía una línea que condujo al prestigio internacional. “Más tarde se impuso la ganancia rápida y la especulación y el negocio particular frente al interés general”. “Son personajes irrepetibles y sería un signo de progreso que los actuales responsables políticos aprendieran de la historia de estos personajes y de su legado”, finalizó Riveiro.

 

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