Desde un palacio real a la costilla de una ballena: el mundo por descubrir del Yacimiento de Zonzamas

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Fray Juan de Abréu Galindo es el seudónimo de un falso monje franciscano de origen andaluz que se proclamó autor de la ‘Historia de la conquista de las siete islas de Canaria’ y la fechó en el año 1630. Sin embargo, en los registros canarios de franciscanos de finales del siglo XVI y comienzos del XVII no existe fray alguno que responda a ese nombre. Abréu Galindo era un copista anónimo que se apropió de la ‘Historia de las islas Canarias’ de Gonzalo Argote de Molina, su verdadero autor, que quedó inacabada a la muerte de este en 1596.

Sea fruto del trabajo de Argote de Molina o parte de la invención de Abréu Galindo, la obra que ha llegado hasta nuestros días recoge la “Leyenda de Ico” no sin que muchos autores tachen de falaz este episodio. En el relato se detalla la llegada a la isla en el año 1377 del marino vasco Martín Ruiz de Avendaño adónde arriba debido a repentino y virulento temporal. Se cuenta que los habitantes le reciben de buenas maneras y hasta el rey Zonzamas ofrece al capitán quedarse en su Palacio y yacer, como era costumbre de hospitalidad, con su mujer, la reina Fayna. De esta cópula nacería la princesa Ico, la extranjera, y con ella las luchas dinásticas por la jefatura de la isla.

Es en esta historia, leyenda o factual, donde se nombra por primera al Rey Zonzamas, uno de los últimos jefes aborígenes de Lanzarote antes de la conquista europea iniciada en el año 1402. Este rey es el que le da nombre al Yacimiento Arqueológico de Zonzamas, uno de los más importantes y de mayor proyección de Canarias, visitable por todo aquel que quiera conocer el rastro de nuestro antepasados.

¿Por qué ahí?

Para encontrar las razones de por qué los mahos se instalaron en esa zona (algunos autores hablan que desde el año 100 d.C., aunque los primeros vestigios están datados del siglo IV) solo hay que acudir al lugar, pararse y dar una vuelta de 360º sobre el propio eje. La localización de Zonzamas es estratégica por tres razones. La primera es la propia altura del lugar que regala una vista directa a la principal entrada al mar de Lanzarote. La segunda era el agua, pues antes de las erupciones y debajo de la actual colada de lava divisable desde el yacimiento vivía un barranco que transportaba el agua utilizada para el cultivo. Y la tercera es la vista panorámica que ofrece el lugar del resto de asentamientos como son Acatife / La Gran Aldea (Teguise) y Ajei (San Bartolomé).

Los actuales trabajos arqueológicos los está llevando a cabo la empresa Tibicena en un proyecto de diez meses con el patrocinio del Gobierno de Canarias y el Cabildo de Lanzarote. La historia arqueológica del yacimiento fue posible en su origen por el interés mostrado por el hijo predilecto de Lanzarote, Juan Brito, que tras conocer el lugar se dirigió a Inés Dug, la principal promotora de la excavación (y a la que dedicaremos un próximo artículo). La vía de investigación actual es la de descubrir la verdadera extensión del yacimiento ya que esto daría pistas de la verdadera organización de los aborígenes asentados y el número de sus pobladores.

Sin embargo, y aunque por ahora los resultados van alargando el perímetro, jamás se podrá saber con exactitud debido a la instalación del vertedero de Zonzamas en cuya caldera es probable que se situaran muchos elementos arqueológicos que ya no podrán ser estudiados. Precisamente, Inés Dug fue la gran defensora de que el lugar de nuestros desechos no se colocara ahí, pero la visión antigua de la importancia del pasado prevaleció sobre su lucha por el conocimiento. Hasta hace unas décadas el caso que se le daba a este yacimiento dentro de la propia población de Lanzarote no era el mismo que ahora. Como ejemplo del desapego sirva uno explicado por el guía de la visita a Zonzamas: “cuando se descubrió la quesera de San Bartolomé le sacaron fotos y por eso hemos podido verla, pero justo después de sacarlas construyeron encima”.

Al inicio de esta campaña se realizaron 20 catas aleatorias y en 18 de ellas se encontraron indicios arqueológicos. Todo lo que se encuentra se guarda, se cataloga y posteriormente se analiza: dientes de animales, huesos, conchas, balas y hasta tazos. En estos sondeos se descubrieron varias cubetas con cenizas, de las que se espera el pertinente estudio. Y también los primeros restos humanos hallados en el yacimiento: los restos óseos de dos neonatos. Uno fue encontrado en posición primaria, “en la postura que fue dejado, bien colocado, con cariño”. Los restos del otro niño se hallaron desperdigados. La razón de esto es que el arrastre del arado de los habitantes de Zonzamas movió los huesos a lo largo del lugar pues no solo fue un asentimiento aborigen sino que hospedó lanzaroteños hasta el siglo XIX. El propio yacimiento fue usado largamente como zona de cultivo.

¿Qué esconden las estructuras de Zonzamas?

En ‘Le Canarien’, crónica y diario de campaña de los normandos Jean IV de Béthencourt y Gadifer de La Salle no nombran a Zonzamas como poblado sino como Palacio. Muchos años después el naturalista, también francés, Sabino Berthelot da por sentado que la peña que corona el sitio es lo que correspondería al Palacio de Zonzamas.

El Palacio estaba rodeado por un muro de grandes piedras, aún visibles, colocadas a pulso por los mahos. Se cree que conocían el mecanismo de la palanca para poder levantar estas rocas de grandes dimensiones. La principal teoría es que esta fortificación estaba construida para proteger al Rey. Pero quizás, también sirviera para salvaguardar algo más importante, si cabe, que un monarca: la comida. Pudo haber sido un silo además de Palacio.

Justo frente a la peña-cueva-palacio se encuentra una estructura a la que no se encuentra explicación verídica. Por la base de lo que fueron dos columnas se puede saber que era una estructura abovedada y que tenía que estar relacionada de alguna manera con el Palacio, sin embargo, los arqueólogos no han dado con una explicación fehaciente.

El Yacimiento de Zonzamas está plagado de incógnitas para los arqueólogos. Se sabe que los habitantes del asentamiento conocían el tegue, una especie de barro o tierra arcillosa blancuzca con partes de cal que sirve para impermeabilizar. No obstante, no se sabe cómo la conocían. Al otro lado del Palacio se sitúan varias estructuras embadurnadas con este ungüento que podrían ser recipientes para acumular agua u hornos capaces de mantener la temperatura gracias al propio tegue.

¿Qué se guarda bajo la carpa?

Se sabe que los habitantes de Zonzamas que sufrieron la conquista ya no utilizaban la estructura que hoy está protegida bajo una carpa para favorecer los trabajos de los arqueólogos. Las razones de este hecho puede ser dos. O desconocían su existencia, ya que está datada del siglo XII, tres siglos antes que ellos, o que si la conocían gracias al conocimiento heredado por sus ascendientes, decidieran por alguna razón no usarla.

‘Le Canarien’ no nombra a esta estructura, pero sí que lo hace con el Palacio. Lo curioso del asunto es que la distribución rectangular va en contra de las casas polilobuladas habituales de los mahos. Los aborígenes tuvieron relación con fenicios y romanos y de estos pudieron adquirir este conocimiento. Los vértices de la estructura determinan que podría tener una segunda altura o como mínimo que estaba techada. En ella se reflejan claramente líneas de tegue superpuestas lo que habla del mantenimiento constante de la construcción.

Este elemento arquitectónico ha dado muchas pistas sobre el componente místico que pudieran tener los mahos. Uno de los hallazgos fue una cazoleta cuyo fondo estaba cubierto de lapas, los bordes de la pieza forrados con costillas de cabra y dentro dos cráneos, también de cabra, apuntando hacia la entrada de la estructura. Los arqueólogos llaman a esto un elemento ritual-fundacional del lugar. Similares objetos han sido encontrados en el Mediterráneo y se ha llegado a la conclusión de que servían para protegerse del mal de ojo. Aquí los arqueólogos creen que es más un elemento de protección de los que viven dentro o de lo que se guarda dentro. También se descubrió la famosa estela de Zonzamas, ahora en el Museo Arqueológico de Lanzarote. Se presupone que es otro elemento de protección para la gente que salía de la estructura.

Todo por descubrir

En la campaña arqueológica, llamada “de las universidades” (entre los años 1995 y 1996), los excavacionistas se toparon con una costilla de ballena. Lanzarote ha sido siempre una isla falta de recursos naturales como puede ser la madera. Los habitantes de Zonzamas, usaban todos los elementos a su alcance para mejorar sus construcciones. Las ballenas, varadas en la costa esperando la muerte, les otorgaban unos elementos fantásticos para fortalecer sus techumbres.

Los diez meses de proyecto finalizan en junio, pero a cualquiera que realice la visita guiada por el asentamiento de Zonzamas se le hará patente la necesidad de que el estudio de la zona se alargue hasta que conozcamos todo lo que nos quisieron decir nuestros antepasados.

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