Nieves Rodríguez: “Muchos dirigentes entienden que cultura popular es el folklore, la música o los carnavales”

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La escritora lanzaroteña Nieves Rodríguez nació casi con la lectura y la escritura. Esta es la razón que le lleva a cursas periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente trabaja como profesora de Lengua castellana y literatura en un instituto de Educación Secundaria, en Telde (Gran Canaria). Ha publicado artículos en la revista ‘El sol’ Buenos Aires durante su estancia allí; y algunos poemas en la revista literaria francesa ‘La porte de poète’. Publica semanalmente artículos periodísticos en el periódico digital www.teldeactualidad.com En 2018 fue distinguida con el premio de poesía de la Fundación José María de Llanos, con el poema ‘Una mujer sola’, en el Certamen ENMA (Espacio Mujer Madrid). Recientemente ha sido finalista en el “Certamen Internacional  Alfeizar de novela 2019”, con su obra ‘Piel de cebolla’.

Tu novela ‘Piel de cebolla’ ha sido finalista en el Premio Alféizar 2019, ¿qué se van a encontrar los lectores cuando abran las páginas del libro?
Probablemente el lector se encuentre con un libro que le hable de sí mismo y de la relación que mantenemos con nuestros progenitores. Es, en cierta forma, un libro espejo porque te obliga a mirarte a través de los otros y a hacerte preguntas como: ¿de qué manera nos conforma el paisaje, las circunstancias? ¿por qué actuamos de determinada manera? Es un libro que remueve o, al menos, eso dicen quienes lo han leído; porque de alguna manera te enfrenta a ti mismo, a la soledad, al dolor de los deseos insatisfechos. En este sentido ha resultado un libro catártico, que nos habla de la capacidad del perdón y la reconciliación de los contrarios. Todo ello en una isla, Lanzarote, en un entorno conocido, crudo, pero auténtico. La isla es un personaje más que condiciona y marca a los personajes de la novela.

En la sinopsis de la novela novela podemos leer “La relación con mi madre nunca había sido buena. Éramos dos mundos opuestos e irreconciliables. (…) Todo cambió después de mi última visita, cuando descubrí que aquel iba a ser su último cumpleaños”. Imagino que siempre existe un componente autobiográfico cuando se escribe, y con eso una relación difícil materno filial siempre es un buen punto de partida para contar una historia.
El conflicto forma parte de la vida, pero cómo enfrentarnos a él, cómo resolverlo, es lo que nos marcará para siempre. “Piel de cebolla” es una obra de auto ficción, por lo tanto las vivencias son auténticas y cercanas. Por este motivo, pienso, ha llegado tanto a la gente. Todos hemos sido hijos y todas hemos tenido o tenemos madre. Y especialmente las mujeres de mi generación hemos tenido que lidiar con madres educadas en el patriarcado, a las que nos hemos tenido que enfrentar. Es un conflicto real que hay que solventar o lidiar, y en la novela cuento cómo se evoluciona hasta llegar a una conciliación. Esta sólo puede venir del conocimiento del otro y las circunstancias que le llevaron a ser lo que es.

¿Qué desarrollo tiene la novela tras el premio? ¿Muchas presentaciones?
Ha sido un poco de locura, todo ha sido muy vertiginoso y rápido. Hace sólo un mes lo presenté por primera vez en las Palmas, en la “Casa Museo Pérez Galdós”, y se agotaron todos los ejemplares. Hace dos semanas estuvimos en “Literania”, en Madrid; y la semana pasada en Arrecife, en la Casa de la Cultura “Agustín de la Hoz”. Estamos preparando ya la próxima, con mucha probabilidad para el 14 de junio en la “Librería de Mujeres”, en Tenerife. Quiero llevarla a todas las islas. Pero ya espero descansar estos meses de verano y poder tener tiempo para escribir, que es, en realidad, lo que me gusta hacer. Pero entiendo que es necesario este acercamiento al público porque compruebo, tanto en las presentación en Las Palmas como en Lanzarote, que la gente tiene la necesidad de interactuar y de expresarse. Esto es también parte de la historia del libro.

¿Cómo son las impresionas que has recibido de lectores del libro?
Sinceramente aún no me lo acabo de creer demasiado. De pronto la gente me escribe o me llama para darme las gracias por el libro, para decirme que les ha removido algo, e incluso que les ha cambiado algo en su vida. Esto es maravilloso. Sobre todo porque no es un libro de autoayuda, sino una historia sencilla entre una madre y una hija. Pero creo que el elemento catártico por alguna razón es muy fuerte con los lectores. Hay algo en la historia que remueve las conciencias, que llega y atrapa. Cuentan que una vez que comienzan el libro no pueden dejar de leerlo. Desgraciadamente se lo leen en dos tardes; algunas personas me cuentan que se han perdido horas de sueño porque querían acabarse el libro.

Has vivido varios años fuera de España, y ahora has vuelto a Canarias para desarrollar tu labor como docente. ¿Esas experiencias foráneas te dan materia prima para escribir?
Más que materia prima me da amplitud de perspectivas. No te sientes igual cuando eres inmigrante en Europa que cuando eres funcionario en tu país. Mis vivencias han sido de todo tipo, buenas y malas, pero desde luego han formado mi personalidad. Todas esas vivencias me han dado, sobre todo, una visión más holística y abierta de la vida y de la relación con los otros. No entiendo la literatura si no es como una necesidad de expresar los contrastes, las diferencias, pero también lo que nos une y nos hace mejores. En este sentido, sí creo que de alguna manera me ha influido lo vivido, pero es finalmente no lo que vives sino cómo lo cuentas lo que diferencia la buena de la mala literatura.

¿Cómo experimentas el tratamiento de la cultura, en tu caso la literatura, en las islas?
En Canarias se genera mucha cultura, pero gran parte de ella es sólo para ciertas élites, no sólo por los precios sino por los contenidos. Tal vez por mi labor como docente entiendo la cultura como un derecho al que deberían tener acceso gratuito todos los ciudadanos. Echo de menos una cultura popular cercana al pueblo, y una labor pedagógica que enseñe a las clases más desfavorecidas el valor de la cultura. Sin embargo, muchos dirigentes entienden que cultura popular es el folklore, la música o los carnavales. En el día de Canarias vemos lo que entienden nuestros políticos por cultura popular: papas arrugadas y folclore. Ahora nos quieren hacer creer que los parques temáticos para el turismo y los acuarios son cultura que debemos consumir como ocio. Sin embargo, nuestros yacimientos están abandonados, y la gente no conoce siquiera la enorme riqueza patrimonial que tiene. Creo, sinceramente, que padecemos un proceso de aculturación peligrosa. En cuanto a la literatura, hay demasiada testosterona. En mis dos presentaciones he denunciado la preeminencia de autores, bastante mediocres por cierto, y la ausencia de escritoras o creadoras, algunas de ellas desconocidas y muy interesantes como Victoria Oramas, por mencionar sólo a alguna. Sin embargo, se ensalzan a autores mediocres que nadie lee, porque en el país de los tuertos el ciego es el rey. Entre ellos se aplauden y se alaban. En cambio, las escritoras deben hacerse un hueco a base de empujones o de reconocimientos que vienen desde fuera. Hace ya mucho tiempo sucedió con autoras reconocidas como Guillermina de la Torre, Natalia Sosa o Pino Ojeda. Lo triste es que esto siga sucediendo hoy.

¿Y el nivel del periodismo cultural?
Quien tiene los medios tiene el poder. Soy consumidora de prensa escrita, sobre todo los fines de semana; soy la que se lee las reseñas de los libros que aparecen en las secciones culturales y que, incluso, compra las últimas novedades. Luego me llevo decepciones y me digo que todo es un negocio, que detrás de esa gran crítica hay una empresa editorial y pocos periodistas libres. Imagino que de algo se tiene que vivir; pero está todo muy viciado, ya todo es admisible y no hay realmente una crítica sincera. Las revistas independientes o de menor tirada entiendo que son más libres para decir lo que realmente se piensa.

Me interesa saber cómo una escritora infunde la necesidad de leer en sus alumnos. ¿Resulta una tarea difícil?
Sí, es nuestro campo de batalla, sobre todo porque en un mundo visual de tantos estímulos, sentarse unas horas y dejarse llevar por una historia es complicado. Es como si de pronto estuviesen en un mundo paralelo, de imágenes simultaneas y vídeos a golpe de dedo, y ahora de pronto debieran sentarse, quedarse quietos y no hacer nada más que dejarse atrapar por un libro. ¡Tantas letras, tantas páginas! Algunos no tienen paciencia, o les parece aburrido sin ni siquiera haber empezado a leerlo. El entusiasmo por leer debe venir de casa. Recuerdo que mi madre nos contaba cuentos por la noche. Tal vez debamos retomar ese lugar. Despertar en los niños la magia y el placer de la lectura compartida y en solitario debería ser una obligación parental. Los profesores tal vez llegamos tarde, porque al igual que nos encontramos con niños muy ávidos lectores, también nos encontramos con otros que son irrecuperables.

¿Estás trabajando ya en algún otro proyecto editorial?
Siempre escribo, estaba ya con otra novela cuando apareció este premio. Sin embargo, esa novela tomará su tiempo. Debo reposar “Piel de cebolla”. Quiero revisar una que escribí hace unos años sobre la erupción volcánica del Timanfaya y lo que provocó en la población de la isla. En verano espero tener tiempo para darle otra vuelta de tuerca. En medio de todo eso, también estoy seleccionado algunos poemas que quiero aunar en un poemario, pero eso será ya seguramente para finales de año.

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