Un libro de la psicóloga lanzaroteña Virginia Barber destapa los cimientos de las cárceles estadounidenses

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En todos lados hay clases, incluso en las cárceles. En España tenemos está muy en boga el ejemplo de ladrones de guante blanco y urna llena copando las cárceles nacionales, algunas clausuradas ex professo para ellos mismos por ser delincuentes de mayor enjundia. En Estados Unidos también hay presos de postín.

Por ejemplo, en la prisión neoyorquina de Rikers Island han convivido desde Dominique Strauss-Kahn, ex presidente del Fondo Monetario Internacional, hasta Mark David Champan, asesino del beatle John Lennon. Ahora la directora del servicio de Salud de Mental de ese correccional es la lanzaroteña Virgina Barber que recientemente ha visitado España para presentar su libro ‘Más allá del bien y del mal’ (Editorial Debate).

La primera vez que Virginia visitó la penitenciaría de máxima seguridad pensó que jamás podría trabajar ahí, pero tras obtener experiencia en el Hospital de Belleveu y acabar dominando el inglés, le surgió la oportunidad y aceptó trabajar en Rikers donde, según sus datos, al menos la mitad de los internos necesitan tratamiento psicológico y casi el 15% sufre trastornos graves, ya sea depresión, esquizofrenia o trastorno psicóticos. Fuera de la cárcel, entre la población civil, el porcentaje de personas con estas enfermedades solo alcanza al 5%.

Barber habla en el libro de lo que muchos han denominado como “criminalización de la enfermedad”. En EEUU, muchos de los pacientes de enfermedades psicológicas han quedado marginados y “no se ha pensado en un plan B, por ello muchos han tenido problemas con la policía”, explica. Por esta razón se ha pasado de recluirlos en los asilos a hacerlo en la cárcel.

Entra en juego la cuestión de la maldad. ¿Estarían en la cárcel estos enfermos si no lo fueran? Para Barber “la gran mayoría si hubiera nacido bajo otras circunstancias no estaría en la cárcel”. Aunque cada ser humano es un mundo y cada enfermedad determina un mapa de carreteras en cada una de ellas. La psicóloga lanzaroteña relata que una vez sintió como uno de sus pacientes la manipulaba al mismo tiempo que no mostraba rasgos de empatía ni remordimientos. “Eso es lo que yo definiría como maldad”, afirma.

Virginia Barber es directora clínica de salud mental en el Correctional Health Services de la Prisión de Rikers Island, además de dar clases en la Universidad de Nueva York. Ahora publica ‘Más allá del bien y del mal’, libro que intenta arrojar luz sobre la necesidad de fortalecer la salud mental de los presos dentro de los sistemas carcelarios.

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